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Mi hermano mayor que ahora es menor

Una página en blanco, un libro por escribir y la avalancha de imágenes e información me noquea, quedó intelectualmente inconsciente mientras en mi pecho se arma un tornado emocional que paraliza toda voluntad por escribir. Me digo, al fin y al cabo no soy escritora, soy psicoterapeuta. He pensando en dedicarme a escribir el libro cuando me pensione pero a este paso mi cálculos me dicen que me puedo pensionar a los 103 años y, primero, me niego a vivir tanto tiempo, segundo, no puedo cargar 71 años más de vida con esta historia en mi espalda. Debo “depositarla afuera”, que tenga una existencia aparte de la mía. Me encuentro, entonces, con esa avalancha de información, columnas, libros, podcasts contando la historia de las denuncias de mi papá, muestran los organigramas, los correos de mi papá, audios que se han convertido en memes, jijiji. Los periodistas haciendo su trabajo, sin embargo, llegaron tarde. ¿Sólo vale investigar cuando ya hay una tragedia?¿Por qué llegaron tan tarde? ¿Por

Hipótesis

Veo la hoja en blanco, una necesidad absurda por escribir. Ha pasado más de un año desde la última vez que publiqué en el blog. Una necesidad por escribir y relatar lo que fue este año, particularmente lo fue este año respecto a mi duelo, se queda ahí en una necesidad porque en mi cabeza hay un caos de palabras abstractas que no he podido materializar en letras, símbolos, palabras y frases. A medida que voy escribiendo esto me voy dando cuenta que las palabras se materializan por sí solas como si mi yo se dividiera en dos, una yo en el caos más absoluto (a la que suelo llamar María) y la otra diligente que transcribe el caos (a la que llamo Carolina). Volvemos entonces al caos y orden, ying y yan y otra serie de pensamientos desconectados pero conectados, pensamientos que no tienen lugar para esto que estoy escribiendo o puede que sí pero, entonces decido que no me iré por esas ramas, no por ahora, tal vez más adelante cuando pierda el foco nuevamente. Pensé que el blog terminaría con

Esperanza

Esperanza  ¿Alguna vez han sentido unas ganas de llorar tan intensas que las lágrimas se ahogan en el pecho y sienten que flotan? Me he estado sintiendo así desde ayer. Tal vez si veo Coco o Up pueda sacar el dolor que llevo dentro pero al mismo tiempo tengo que estar íntegra y llena de vitalidad para poder sostener el dolor de mis pacientes y encaminarlos en el camino de la salud mental. Es por eso que estoy escribiendo, para vomitar lo que siento. El “vómito emocional”, una técnica que suena horrible pero que le recomiendo a veces a mis pacientes. En vez de estar todo el día asfixiados por pensamientos negativos, fatalistas y ansioso usen media hora al día a manera de ritual esta técnica para “vomitar” en el papel mediante palabras todo los que les pasa por la cabeza, y si durante el día se vienen estos pensamientos, pararlos y deciles, “contigo hablo a tal hora en el papel”. Para esto cree este blog para crear algo a partir de mi proceso, un algo que tal vez le pueda ser de utilidad

Mañana cumpliría años mi hermano

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Mañana cumpliría años mi hermano. Me siento culpable porque nunca me quedó claro si cumplía el 18 o el 19 de febrero, entonces en mi mente siempre quedó que eran los dos días. Me siento culpable porque aún después de su muerte, todavía no tengo clara la fecha. Me da miedo olvidar la fecha, me da miedo olvidarlo, me da miedo dejar de sentir su presencia. Tengo un pequeño recuerdo de cuando cumplió 15 años, vivíamos en barranquilla, él estaba jugando con los amigos del conjunto y mi mamá me dijo que lo llamara a cantar el cumpleaños con el ponque. Muerta de pena porque mi hermano era 5 años más grande que yo, le dije “Alejo, que ya tienes que subir a cantar el cumpleaños”, él me miró como soy un niño grande y estoy con mis amigos grandes, pero me dijo que ya subía. Sinceramente no sé porqué se me guardó ese recuerdo en la cabeza, tal vez porque ese día sentí a mi hermano más distante, más grande, mientras yo seguía siendo una niña Mañana cumpliría mi hermano y estaría mayor. ¿Será que s

De duelos y aniversarios

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Van a ser tres años y Colombia ya ha olvidado las lágrimas que aún no se han derramado. Tres años de duelo, tres años de cambios, tres años de ausencia. Se empieza a acercar la fecha del aniversario y mi cuerpo lo sabe, mi psique lo sabe. Lloro con más facilidad, los sueños se tornan densos y los flashbacks se convierten en pensamientos intrusivos: mi hermano en el piso, los gritos, la funeraria, los ataúdes, la fiscalía, etc. Es precisamente por esto que en estos tres años he buscado una carrera cerca de la fecha, porque considero que es la mejor forma de honrarlos, haciendo algo por lo que se sentirían orgullosos, haciendo algo que me hace bien y me permite mantenerme centrada en continuar con un proceso de duelo sano. Es normal que esto suceda en los aniversarios o fechas importantes, como cumpleaños y festividades. Muchos sienten (y hay estudios que lo confirman) que retroceden al lugar de partida, que todo el proceso de duelo se ha caído porque el dolor se vuelve a sentir de maner

Se acabó el 2020

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Se acabó el 2020. ¿En qué momento empezó? Cuando empezó ya se ha terminado y acá estamos básicamente en las mismas pero en circunstancias diferentes. Sí, sé que no dije nada en esa frase porque no tiene sentido, todo es para decir que cada vez entiendo más eso que dicen los espirituales de que el tiempo no existe. Nuestro crecimiento personal es atemporal, hay hechos (otros dirán milagros) que nos ahorran años de trabajo en un instante.  Cuando el tiempo colapsa se producen cambios a niveles inconcebibles. No, no me he fumando ningún porro, simplemente le estoy dando la oportunidad a creer en algo más allá de mi mera existencia, crear sentido, tener un propósito mayor. Llevo dos años buscando muy dentro de mí, quién soy, pero sobretodo quién quiero ser. Ha sido muy jodido porque nunca he sido una persona fácil.  Nuestra personalidad emerge de la combinación de genética y experiencias de vida que forjan nuestra identidad y, por lo tanto, nuestro ego. Es en esta medida que desarrollamos

Una maleta en el comedor

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  DOS AÑOS En el comedor de mi casa hay una maleta llena de ropa de mi papá. Casi dos años y nadie se ha atrevido a preguntarle a la ropa ¿dónde está el cuerpo que habitaba esas camisas, pantalones, sacos?. Abrir la maleta es abrir la caja de pandora, saldrán los recuerdos compartidos a recordarnos que estamos solas. Saldrán esos recuerdos como dementores, se sentirá frío, solo, triste. La ropa no sabe qué ha pasado, está prisionera en esa maleta por nuestro miedo a enfrentar nuestro dolor. Dos años en los que no se le ha dado ninguna funcionalidad, salvo recordarnos que aún tenemos un camino por recorrer en el duelo. Aún tenemos enfrentamientos pendientes con la muerte que arrasó con lo que Éramos, con mayúscula. Pobre ropa debe estar triste. Yo ya he aceptado mucho de lo que ha pasado, aceptamos, aceptamos, aceptamos. A simple vista parece que la aceptación es pasiva pero es todo lo contrario. Aceptar implica un enfrentamiento el berraco con la realidad y esa realidad es que mi papá