Esperanza

Esperanza 

¿Alguna vez han sentido unas ganas de llorar tan intensas que las lágrimas se ahogan en el pecho y sienten que flotan? Me he estado sintiendo así desde ayer. Tal vez si veo Coco o Up pueda sacar el dolor que llevo dentro pero al mismo tiempo tengo que estar íntegra y llena de vitalidad para poder sostener el dolor de mis pacientes y encaminarlos en el camino de la salud mental. Es por eso que estoy escribiendo, para vomitar lo que siento.

El “vómito emocional”, una técnica que suena horrible pero que le recomiendo a veces a mis pacientes. En vez de estar todo el día asfixiados por pensamientos negativos, fatalistas y ansioso usen media hora al día a manera de ritual esta técnica para “vomitar” en el papel mediante palabras todo los que les pasa por la cabeza, y si durante el día se vienen estos pensamientos, pararlos y deciles, “contigo hablo a tal hora en el papel”. Para esto cree este blog para crear algo a partir de mi proceso, un algo que tal vez le pueda ser de utilidad alguien.

Han sido dos días en los que los recuerdos de esos últimos años de mi papá me invaden, siento mucha culpa porque como psicóloga no hice nada y mucho menos como hija. La culpa me corre por las venas como corrió el cianuro por las venas de mi hermano, la diferencia abismal es que yo no moriré, aunque las fuerzas flaqueen, aunque el sin sentido me inunde, niego aferrarme a la idea de la muerte como lo hice tantas otras veces en la vida. No moriré porque, primero, tengo el deber moral de hacerle frente a la circunstancias de mi tragedia y pelear por la verdad. Segundo, no moriré porque he construido el sentido de mi vida a través de mi profesión, la psicología. Ya no le tengo miedo a la muerte, le temo a los delincuentes, corruptos, miserables que habitan este país.

El proceso de duelo se ha centrado fundamentalmente en la pérdida de mis seres queridos pero como psicóloga y conocedora del duelo sé que este proceso está estrechamente vinculado con las circunstancias de muerte. Tantas veces que he hablado con la muerte, tantas veces que he hablado del instante que separa una vida previa a una posterior, tantas veces que he relatado esos días de noviembre y hoy me encuentro confusa frente a las letras, sílabas, palabras que componen una narración coherente. Somos narración y al hilar coherentemente, tal vez, podré sentir alivio. Ese nefasto instante, que en mi caso, se puede hablar de instantes están determinados por una secuencia de eventos que por obvias razones se entremezclan entre la vida personal y la pública, siendo esta última la política corrupta y despreciable de Colombia.

Para aquellos que leen esto buscando ápices de información política les ahorro de una vez su amarillismo y busquen en periódicos o twitter. Todo lo que digo es lo que se sabe a partir de deducciones lógicas (aunque por un audio que le mandé a un tío que lo entendió al revés, comprendo que “una dedicación lógica” no es un proceso que todos podamos hacer por dificultades en la comprensión, abstracción, lenguaje etc.). Si fuera por mi incendio a este país en especial a algunos personajes políticos y/o empresarios pero vengo de una familia bastante conservadora y en terapia aprendí a incendiarme tan rápido. Pero eso no me quita el derecho a fantasear con incendiar el país a gritos con lo que es mi verdad frente a las circunstancias de muerte de mi papá y mi hermano.

Como lo dije el día del funeral mi papá lucho por una verdad que se lo llevó a él y a mi hermano, me importa tres centavos (aunque en mi cabeza digo un culo) lo que dicta el reporte de medicina legal, mi papá sí se murió por la situación de angustia, desesperación y soledad en la que se encontraba. Y de paso se murió mi hermano. Odio, odio, odio con todo mi ser que mi hermano se haya muerto pero no se hubiera dado tanto revuelto público si eso no hubiera pasado. No es por hacerme la víctima pero está claro que de los tres hermanos soy la que menos tengo que ofrecerle al mundo y sí, pienso muy seguido que hubiera preferido ser yo y no él. Pero no fue así, las cosas son como son y toca afrontarlas cómo llegan. La culpa será mi cianuro si no hago algo con ella, culpa que además me genera más culpa porque soy psicoterapeuta. A veces pienso en la brujería y santería que está presente en todas partes y me da miedo que algo de eso hubiera estado también involucrado pero más aún pienso que las personas de poder son peores, más negros, malignos y letales. Yo ya no tengo miedo.

Hoy me siento enérgica, en términos de esperanza y optimismo, porque físicamente estoy temblorosa, mareada y con jaqueca. Tengo esperanza de que mi papá pueda descansar en paz. Mi papá tenía las fichas claves de este rompecabezas y ya sólo quedan las últimas. Ahora, apoyando a quienes creían en mi papá y la investigación en Estados Unidos podemos tener un final “feliz” como esas películas que pasan en caracol. Estoy dispuesta a hacer lo que sea para que el nombre de mi papá sea reivindicado para que nos paguen lo que le debían los últimos meses de trabajo y liquidación, y considerar si el Estado nos debe ofrecer algo como víctimas de su incompetencia y corrupción. Pero como decía mi papá “cada día trae su afán”. Chao, voy a atender pacientes.

Comentarios

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  2. ¡Qué dolor ha de ser ese! Estoy llorando, por las dos, perdí a mi papá hace 4 meses, en circunstancias dolorosas, víctima del cartel de los falsos positivos del covid. Todavía no sé si voy a permanecer en un mundo en el que él no está.
    Con toda mi alma quiero que tengan justicia. Te abrazo.

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