"You have brains in your head, you feet in your shoes"

A veces creo que la vida es una gran mentira y que los seres humanos simplemente se han inventando todo, intentando darle explicación a lo que sucede en el mundo sin entender nada. Es un intento de darle un sentido a lo que sucede en el mundo y, en consecuencia, lo que sucede en nosotros mismos, por eso la psicología junto con otras disciplinas (sí, la psicología es una disciplina) ha construido una serie de conceptos que dan cuenta de aspectos subjetivos pero sustentados en componentes bioquímicos, dentro de los cuales están las emociones. 


Ahora bien, en el duelo las emociones que más salen a relucir son las que la gente mira con desprecio sin entender que son igual de necesarias que las que elogian. La tristeza y la rabia son en realidad catalizadores del proceso del duelo y, por lo tanto, son tan necesarias como la alegría. Son catalizadoras en cuanto nos movilizan, al sentir tristeza o rabia, siento las ganas de moverme, hacia donde sea, como sea y moverme y, como he dicho varias veces, el movimiento es vida y movimiento muchas veces no inclina a dar un paso hacia delante. 


Específicamente en el duelo he vivido lo que es la tristeza y la depresión. La diferencia entre tristeza y depresión es el objeto sobre el que se proyecta. Uno se siente triste porque se acabó el chocolate, porque no puedo salir a correr o porque mi sobrina que llegaba hoy, llega otro día. Pero la depresión se proyecta sobre sombras mentales que sólo un terapeuta puede descifrar. Comparten cosas como las lágrimas y en cierta medida el vacío existencial pero no son lo mismo. A modo personal considero que en el duelo se vive un período de tristeza profunda que si se vuelve depresión, el duelo se vuelve más complejo y difícil. 


Así como en la depresión, con la tristeza profunda, las funciones cognitivas se ven alteradas. Normalmente las funciones cognitivas que más se ven afectadas ante cualquier circunstancia externa es la atención y la memoria (lo aprendía en el máster), lo que a su vez tiene incidencia en otras funciones cognitivas como el lenguaje, la planificación, etc. Muchas veces las quejas de memoria son en realidad quejas atencionales, pues como nos vamos recordar cosas a las que no les prestamos suficiente atención. Así es, cómo, durante este proceso me he sentido sumergida en el agua, donde todo se hace lento y confuso, no es fácil ver con claridad y a veces la marea es tan fuerte que hasta se me olvida por momentos que sigo viva y que hay un mundo alrededor. 


Un evento constante en el duelo, depresión y episodios de tristeza que afectan el funcionamiento cognitivo es el de pensamientos intrusivos. Estamos haciendo cualquier cosa, leyendo, estudiando, charlando y de la nada un pensamiento intrusivo que, en mi caso, viene en forma de imagen. Mucha veces durante mis largas sesiones de estudio se me venía la imagen de mi hermano muriendo, o de mi papá diciéndome algo, incluso a veces llegaba a oírlos. Esto pasó mucho en los primeros 4 meses, ya con el tiempo los pensamientos instrusivos se han vuelto menos frecuentes. Lo importante acá es que no se hace de manera consciente, es decir no es que “todo me recuerde a esa persona” es que estoy concentrada en algo y el pensamiento interrumpe lo que estoy haciendo. En realidad a veces me da mal genio que pasen estas cosas, es decir, estoy tranquila sin existencialismo, sin Sartre, ni Hesse, y mi cerebro de alguna forma me tiene que recordar que aún no estoy lista, que aún duele, que todavía huele a muerto. 


Nunca me he caracterizado por ser la más atenta pero en estos meses sufrí la falta de atención como nunca antes, me sentaba a estudiar y no lograba dar pie con bola. El mono que aplaude en la cabeza de Homero se instauró en mi cabeza. Hubo dos cosas que me ayudaron. En primer lugar, los tiempos, ponía un cronómetro de 15 minutos en los que debía enfocarme en algo, así fuera sólo mirar la pantalla del computador en donde debía estar trabajando pero no hacer nada distinto. Con el tiempo pude extender el cronómetro a una hora y media.Fue cómo entrenar para una maratón, intervalos de velocidad hasta que toca eventualmente aumentar la resistencia. En segundo lugar, me ayudó tremendamente tener una foto de mi papá con sus gafas puestas con una mirada que dice “que haces” así que cada vez que distraía, lo veía y le decía, “está bien papi, ya me concentro” (qué vaina con la heteronomía). Estas dos cosas empezaron a ayudarme en la medida en que me he ido conociendo a mi misma y al conocerme tengo mayor control sobre mi misma. 


Ante la falta de atención no podía recordar muchas cosas, me perdía en conversaciones, en películas, en cualquier cosa. Tanto así que empecé a pensar que tenía algo en la cabeza algún tipo de tumor porque lo que me pasaba no era normal. Sin embargo, fui aceptando que sí era normal teniendo en cuenta mis circunstancias. Es decir, tampoco podía pretender que mi cerebro no se viera afectado con la muerte de mi abuelo, mi exnovio, mi hermano y mi papá. El aceptar que eso estaba interfiriendo en mi funcionamiento cognitivo cotidiano me ayudó a darle respuesta a lo que estaba viviendo. La muerte de los seres queridos implica un proceso de rehabilitación, de curación y recuperación como el que vive un accidente automovilístico. 


A pesar de mis dificultades cognitivas de estos meses obtuve con mucho orgullo la segunda mejor nota del examen. De esto he aprendido la importancia de conocerme a mi misma, conocer mi cuerpo, mi cerebro, qué es lo realmente importante para mi y lo que no lo es. Como dicen por ahí “lo que no sirve, que no estorbe”. Sólo así he podido ir encontrando las herramientas para los obstáculos, pues no puedo usar las herramientas de una persona distinta a mí porque su funcionar es distinto al mío. Ha sido desde este conocimiento que la palabra aceptación se ha instaurado poco a poco en mi vida, es desde la aceptación de las circunstancias que he podido buscar soluciones. 


He descubierto con cierta alegría porque lloro por todo que la tristeza no es mala, es normal estar triste y, como lo mencioné anteriormente, en este proceso es un gran catalizador. La tristeza no solo nos demuestra que estamos vivos, sino nuestro vínculo con los que nos rodean y nos ayudan en el proceso de aceptación. Al estar tristes por algunos días, nos damos cuenta que no podemos seguir así y nos sobreponemos y, en ese sentido también nos sobreponemos a los efectos secundarios de la tristeza como los fallos en funciones cognitivas. Mi abuelita siempre me ha dicho las lágrimas purifican el alma. 


Así como mi cerebro responde mejor ahora, los pensamientos intrusivos son menos constantes. Siento que he interiorizado a mi papá y a mi hermano que a veces se me olvida que murieron y pienso, en cuestión de segundos, en que les voy a contar algo o mostrarles algo y recuerdo, simplemente recuerdo que no están. Ese cerebro que antes no dejaba de recordarme su muerte en situaciones ajenas a eso, se le olvida hoy que murieron. ¿En realidad murieron?

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