Ciclos y truenos

Ya pasaron 9 meses lo que me hace pensar en un embarazo y, por lo tanto, en los ciclos. Me cuesta creer que han pasado 9 meses y al parecer lo único que di a luz fue la vesícula que me la extirparon la semana pasada. No se trata entonces de un embarazo como tal sino de lo que en el fondo es un embarazo, un ciclo. 


En mi vacaciones me he dado cuenta de eso, de cómo lo que sucedió el año pasado (4 muertes) fueron los marcadores de un punto de inflexión para los cambios que se han estado generando en mi vida fueron al fin al cabo, el resultado de algo que se venía gestando desde hacía mucho tiempo. Claro, mi año pasado fue trágico era más bien lógico que mi vida cambiara un tanto. Sin embargo, mis estancia en Bogotá me ha mostrado de una manera un poco más clara, transparente como el agua, que siempre hay una gran variedad de ciclos en la vida, que se abren y se cierran, todo el tiempo. Un movimiento constante, como el del agua. 


Estuve viendo fotos de mis 27 años de vida y, entre lágrimas ante la nostalgia, pude ver que independientemente de lo que pasó el año pasado, la vida misma ha ido pasando. Las lágrimas demuestran el más profundo anhelo de parar el tiempo para que cada uno de esos instantes sea en sí mismo absolutamente eterno, como si en cada lágrima pudiera guardar cada uno de los recuerdos, pero al tocar una superficie, la lágrima se diluye así como se diluyen los recuerdos al proyectarme hacia el futuro. 

Considero que es un error intentar guardar esas lágrimas en frascos, anclarme en lo que fue y en lo que pudo haber sido, pues ya fue. Ya fue. Por eso insisto la importancia de la aceptación, aceptar que un ciclo se cierra, aceptar que un ciclo que deseábamos empezar no arrancó, que un ciclo nos dejó en alguno de los círculos del infierno de Dante. Aceptarlo y soltar, en otras palabras trascender lo que fue.

Si poner la vista atrás veo que toda la vida lo he hecho, he aceptado y soltado, sin darme cuenta siquiera, como si hubiera un instinto connatural de evolucionar. Lo que consideraba que necesitaba en mi adolescencia, no lo necesito ya y. mejor aún, ya no lo quiero. Yo necesitaba ser absolutamente perfecta en lo académico, lo familiar, lo físico; ser ese ideal perfecto de mujer que no soy y, ahora lo digo, espero no serlo nunca. Ya no necesito, ni quiero eso en mi vida. Tanto así, que es una situación que recuerdo hasta con ternura, verme sufriendo por cosas que hoy en día parecen hasta irónicas ante lo que fue mi año 2018. Obviamente, este es un caso extremo (quienes me conocen saben que soy extremista y, la verdad, estoy tratando de mejorar eso) pero el aceptar y soltar ha estado hasta en las cosas más mundanas como la obsesión por jugar nintendo o cuando me robé un gatito recién nacido de la finca de mi abuelo porque “necesitaba” ser su mamá. Todo pasó y todo pasará. 

Cada paso del tiempo, que a veces me lo imagino como un dios, suena como un trueno y ese sonido. imperceptible en algunos casos, me alerta de un cambio, ese trueno marca un punto de inflexión. Mi obsesión por el tiempo me ha permitido ser un poco más consciente de esos truenos y, por lo tanto, de agradecer, aceptar y soltar. Al fin y al cabo, el tiempo seguirá dando esos pasos lo quiera o no. 

La cotidianidad da cuenta del tiempo, es la que va determinando el tiempo de los ciclos. La comunidad es la que en resumidas cuentas refleja lo que soy porque es en esa serie de rituales de 24 horas donde se evidencia lo que he vivido y marca la pauta de lo que seré. Al ser consciente de mi misma, de lo que he vivido y de lo que, en alguna medida, me proyecto, he ido trascendiendo en la medida en que ido logrando aceptar, soltar a los truenos. Esto, para mi, supone un acercamiento a la espiritualidad no es necesario un orden superior; para mi es espiritual el poder trascender esos ciclos que me duelen, sobreponerme a ellos cada día, cada hora, cada minuto, hacia los nuevos ciclos que voy construyendo.

El tiempo para un duelo, en mi caso, no es el mismo que el del embarazo. Han pasado 9 meses y sé que tengo cosas que trabajar. Siento desde lo más profundo de mi ser que estoy buscando con ansias algo que todavía no sé. Desde mi cotidianidad, haciendo todas esas cosas que llenan mi ser de burbujas de existencia intentaré descubrir qué eso que tanto busco, crearé nuevos ciclos, destruiré otros todo lo que sea necesario para seguir viviendo esta vida de la forma más intensa posible.

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