Tánatos


Tánatos 

Han pasado varias semanas sin escribir. Hay infinitas razones (excusas) para justificarlo pero hay dos que me parece que son las importantes, o por lo menos, las verdaderas: una se llama tánatos y la otra es el miedo. Cada vez que pensaba o sentía la necesidad de escribir, surgía o me inventaba una nueva necesidad que supliera la primera, algo así como la pirámide de Maslow. Esta invención de “necesidades” absurdas la hacía con mal genio, porque sí, soy brava, pero últimamente me invade una ira, un instinto de destrucción que me ha costado sobrellevar.



Tánatos era, en la mitología griega, la personificación de la muerte, así como para Freud era la pulsión de muerte, que se contrapone a la vida, eros. Eros y Tánatos, dos caras de una misma moneda. Tánatos me ha acompañado en mis ultimas semanas, me he encontrado a mi misma odiando al dios en el que no creo, cuestionando a quienes hablan de justicia, riéndome de quienes, con ingenuidad, creen en un amor absoluto en la vida y odiando también mi propia existencia. Así como se ha demostrado en física que no existe el espacio-tiempo absoluto, mis vivencias me han demostrado que así como hay vida, hay muerte, así como hay equilibrio, hay caos, que la luz se vuelve oscuridad sin siquiera alcanzar a cerrar los ojos.



Tánatos ha destruido por completo el placer, el placer de comer, el placer del deporte, el placer de los amigos, el placer de vivir, el único placer que encuentro ahora es el de destrucción, el acabar con todo lo que me ha costado adquirir en estos meses de nada. Soy consciente de eso, así que intento, desde la racionalidad, aguantarme las ganas de incendiar el mundo o por lo menos de no incendiarme a mi misma, pero se me están agotando las fuerzas.



La verdad, alcancé a creer que ya había pasado lo peor, pero no fue así. Desde mi cumpleaños he caído, nuevamente, en picada. Antes sabía que habría un momento de hundimiento, que lo tuve en febrero, lo veía llegar y había logrado identificar los patrones asociados a ese estado. Esta vez, intenté de alguna manera ser feliz sin creer que estaba simplemente ignorando el hecho de saber que no estoy bien. Nuevamente estoy pasando por un infierno, un infierno interno y solitario. Cuando no puedo tomar café sé que estoy enferma de algo físicamente, cuando no puedo oír música es que algo pasa emocionalmente.Tal vez tendría hubiera podido estar más pendiente de esas señales o tal vez simplemente ignoré la realidad por un momento de ilusoria felicidad.



Es por eso que la segunda razón de no haber escrito en varias semanas es el miedo, miedo a enfrentarme nuevamente a una situación de crisis. Al escribir sabía que me estaría enfrentando a lo que he estado ignorando y es el duelo. Aún no sé si fue mala idea porque en realidad tuve días muy bonitos, pero entre más arriba se está, más fuerte es la bajada. Estoy cayendo y esta vez ya no opongo resistencia, caigo como una pluma y Tánatos es el viento, el camino de caída.



Siento que desde noviembre, o incluso desde antes, estoy en una lucha donde me enfrento a Tánatos. Ha sido una lucha reñida porque al fin y al cabo, estoy acá. Estar luchando de manera constante y desenfrenada es absolutamente desgastante, y en esta batalla llevo todas las de perder porque al perderse a uno mismo, se pierde también el miedo a perder lo que aún queda.



Hoy escribo porque ya no tengo qué otra necesidad inventarme para desplazar el ejercicio de escribir. Hoy escribo porque ya no tengo miedo. Llena de resignación me entrego a la caída, más delgada, más ojerosa, más muerta.

El café es para el cuerpo lo que la música es para el alma

Comentarios

Entradas populares

Primera etapa: la negación

Nació

Esperanza