Montaña rusa


Un ataque de ansiedad es como una montaña rusa, en las dos sentimos que le ganamos una partida a la muerte. 




Subirse a una montaña rusa es un acto de masoquismo deliberado, se paga por sentir miedo, el disfrutar de la adrenalina, porque con las montañas rusas engañamos a nuestro cerebro. Sabemos conscientemente que nada malo va a pasar pero aún así nuestro cerebro nos hace sentir que estamos al borde de la muerte. El carrito va subiendo, el corazón empieza a latir un poco más rápido, ansiedad ante lo que sabemos que va a pasar pero no sabemos cómo nos sentiremos con la inevitable caída a toda velocidad. Llegamos arriba, el corazón parece detenerse y la excitación y euforia se combinan en cuestión de segundos. Caída, el carrito empieza bajar a toda velocidad, hormigueo en las manos, vacío, vértigo, el sentir el viento en la cara, euforia. Dura unos pocos minutos pero logramos engañar a nuestro cerebro, el cual creyó por un instante que moriríamos, y el bajarse del carrito es como un símbolo de heroísmo, no sólo engañamos a nuestro cerebro sino que le hicimos creer que superamos un acercamiento a la muerte. 




Las sensaciones de una montaña rusa se asemejan en cierto sentido, a un ataque de ansiedad o, por lo menos, los que he sentido yo. 

Empieza el día de un manera extraña, a veces siento que siento (percibo) más de lo que debería, los colores, los olores, las formas, las miradas, el contacto, la existencia. Esos días se sienten como el carrito de la montaña rusa que en cualquier momento va a empezar a subir. A veces sube, a veces no. A veces sube sin darme cuenta. A veces me veo a mi misma subir como si fuera una experiencia extracorporal. 

Todo empieza con un malestar general, ansiedad, ganas de hacer algo. Nefasto desasosiego. La RAE define desasosiego como “falta de sosiego”, pero en realidad es un concepto que va mucho más allá, es una falta de sosiego con la existencia misma. Salgo a caminar. Poco a poco, el carrito va subiendo, me agobian las personas, miradas, pasos, roses, voces, risas, canciones, carros, motos, ruedas, semáforos, pensamientos, ideas, proyecciones, recuerdos. Todo empieza a combinarse, todo va muy rápido en mi cabeza. Tiemblo, respiro, respiro, respiro demasiado rápido. El carrito ha subido, empieza a bajar. Las manos se me duermen, siento vació, vértigo, todo da vueltas, tal como pasa en las montañas rusas. Siento mucho frío en pleno sol. Me pongo morada. Camino vuelta casa a toda velocidad. Las manos se me van durmiendo, a veces se tuercen. Lloro. Me recuesto. Sólo pienso en la respiración. El carrito ya ha bajado. Lloro. 

Claramente el factor tiempo se transforma nuevamente, una montaña rusa dura aproximadamente 5 minutos, por lo general menos. Un ataque de pánico me puede durar entre una y dos horas. Parece, se siente, que sólo pasaron sólo 5 minutos. Nuevamente mi cerebro engañándome. Con las montañas rusas, yo engaño al cerebro y con los ataque de ansiedad, el cerebro me engaña a mí. 

Todo esto parece un juego, un juego entre recuerdos, identidad, emociones y proyecciones. Un juego, de engaños entre el cerebro, la realidad y el proceso de duelo, es curioso abordarlo de esta manera porque parecen elementos separados, cuando uno depende del otro. Me pregunto entonces, cuáles son los mecanismos subyacentes a los ataques de ansiedad. Sé que mi cerebro está intentando llevar el proceso de duelo porque le duele, si pudiera sacarlo del cráneo lloraría. Pero quisiera entender este mecanismo de defensa. Sé que es un mecanismo de defensa ante la vulnerabilidad de la vida porque siento que me voy a morir o que algo malo va a pasar, un mal presentimiento, un mal sabor. Tal vez es una forma del cerebro de advertirme que la vida es así, llena de burbujas de existencia, donde la muerte siempre está y debo ser consciente de su prevalencia en la vida misma. 

Cuando pasa el ataque de pánico me siento extenuada, como si se hubieran muerto miles de neuronas, como si me hubiera pegado la fiesta de mi vida hace tan sólo unos segundos. Pero al mismo tiempo siento un alivio extremo, ganas de llorar al sentir que el peligro pasó, aún sabiendo que en algún momento llegará el peligro real pero no ahora mismo. Por lo tanto, con cada ataque de ansiedad es como si hubiera superado a la muerte, una vez más, lo mismo que en una montaña rusa. Con la diferencia de que una vez nos subimos en una montaña rusa lo queremos repetir hasta el infinito; con los ataques de ansiedad no es así, quisiera no repetir eso nunca más. Sin embargo, volvieron y volverán aparecer, siempre unexpected. Los juegos mentales continúan, espero no perder la cordura. 

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