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Una maleta en el comedor

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  DOS AÑOS En el comedor de mi casa hay una maleta llena de ropa de mi papá. Casi dos años y nadie se ha atrevido a preguntarle a la ropa ¿dónde está el cuerpo que habitaba esas camisas, pantalones, sacos?. Abrir la maleta es abrir la caja de pandora, saldrán los recuerdos compartidos a recordarnos que estamos solas. Saldrán esos recuerdos como dementores, se sentirá frío, solo, triste. La ropa no sabe qué ha pasado, está prisionera en esa maleta por nuestro miedo a enfrentar nuestro dolor. Dos años en los que no se le ha dado ninguna funcionalidad, salvo recordarnos que aún tenemos un camino por recorrer en el duelo. Aún tenemos enfrentamientos pendientes con la muerte que arrasó con lo que Éramos, con mayúscula. Pobre ropa debe estar triste. Yo ya he aceptado mucho de lo que ha pasado, aceptamos, aceptamos, aceptamos. A simple vista parece que la aceptación es pasiva pero es todo lo contrario. Aceptar implica un enfrentamiento el berraco con la realidad y esa realidad es que mi papá