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Mostrando entradas de marzo, 2019

Extranjera con un morral vacío

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Hace poco alguien me preguntó ¿cómo llevas la soledad? Tremenda pregunta de haber respondido con sinceridad, nos hubiéramos sentado los dos a llorar. Pero he aprendido a lo largo de mi vida a responder con lo que la gente quiere oír, nos lo enseñan desde pequeños porque en nuestra empobrecida (moralmente) sociedad bogotana la apariencias priman sobre la vida misma. En este sentido, respondí de manera asertiva y socialmente correcta: oh, divinamente, todo muy guay, muy chulo.  Lo que no sabe el interrogador es que la pregunta me ha dado vueltas durante semanas, como esos mosquitos que no nos dejan dormir por el zumbido y a veces quisiera matarlos pero al prender la luz ya no están. Quisiera poder matar la soledad, así como quisiera matar el dolor, el desasosiego (haga una lista acá de las emociones negativas, y negativas no en cuanto a la dualidad bueno-malo, sino porque son las emociones negativas las que nos alejan o nos paralizan). Tánatos. De entrada la soledad si

Montaña rusa

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Un ataque de ansiedad es como una montaña rusa, en las dos sentimos que le ganamos una partida a la muerte.  Subirse a una montaña rusa es un acto de masoquismo deliberado, se paga por sentir miedo, el disfrutar de la adrenalina, porque con las montañas rusas engañamos a nuestro cerebro. Sabemos conscientemente que nada malo va a pasar pero aún así nuestro cerebro nos hace sentir que estamos al borde de la muerte. El carrito va subiendo, el corazón empieza a latir un poco más rápido, ansiedad ante lo que sabemos que va a pasar pero no sabemos cómo nos sentiremos con la inevitable caída a toda velocidad. Llegamos arriba, el corazón parece detenerse y la excitación y euforia se combinan en cuestión de segundos. Caída, el carrito empieza bajar a toda velocidad, hormigueo en las manos, vacío, vértigo, el sentir el viento en la cara, euforia. Dura unos pocos minutos pero logramos engañar a nuestro cerebro, el cual creyó por un instante que moriríamos, y el bajarse del carrito es co

Abismos

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“Así es el tiempo, el tiempo desnudo; viene lentamente a la existencia, se hace esperar y cuando llega uno siente asco porque cae en la cuenta de que hace mucho estaba allí.” Sartre  Lo que continúa es lo más difícil porque relata lo que las palabras no pueden narrar, pero al mismo tiempo, en medio de su incompetencia, esas palabras representan la fragilidad de mi ser. No es fácil exponer lo que me hace más vulnerable y frágil, sin embargo, eso es lo que me ha enseñado la vida en estos meses, la fugacidad y fragilidad de la existencia, somos como burbujas. El proceso de transición culminó con un crack, el huevito que había construido después de mi tortuosa adolescencia sufrió algunas fisuras y los demonios volvieron a entrar. El problema es que, así como la Nada, esos demonios son escurridizos, se esconden en las esquinas del laberinto psíquico, no sé qué día, a qué hora y en qué estado de vulnerabilidad esté, aparecerán para torturarme con la peor de la emocio

Tran-sición

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. Transición Aunque el sistema nervioso funciona bajo el criterio de todo o nada, las experiencias subjetivas que trascienden esos impulsos nerviosos no son tan determinantes. Las experiencias subjetivas, especialmente aquellas ligadas a sentimientos profundos, a experiencias implican tiempo, tiempo en la definición coloquial de “demorado”. Un proceso de transición que ha implicado una caída, una caída de estar flotando a caer precipitadamente, tan larga ha sido la caída que aún no sé sobre qué caí. Es importante recordar paso a paso, porque al recordar puedo sanar y seguir. Recordar para olvidar, recordar para sanar.  Esta parte comenzó cuando mi mamá y mi hermana dejaron la ciudad en la que vivo ahora. Irme a estudiar un domingo en la mañana, volver y encontrar mi piso (sí, me estoy españolizando) absolutamente vacio, eso sí, súper ordenado y limpio porque mis padres siempre fueron así. Ese fue el día en que empezó el vértigo y se terminaron las no

Primera etapa: la negación

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¿Duelo?¿Pérdida?¿Desapego?¿Post-muerte? Se puede buscar un millar de conceptos que lleven a pensar al proceso de recuperación del Ser ante la muerte de un familiar. Todas y ningunas son pertinentes, como suele suceder con el lenguaje y las experiencias subjetivas. Hay muchos autores que se han dedicado a abordar el tema desde todas las corrientes posibles, y si soy sincera hasta ahora voy a empezar a indagar, a escrutar por todos los rincones del conocimiento pues como diría mi papá: ayúdate que yo te ayudaré. Es por esto que he decidido contar mi propia experiencia de duelo en la medida en que voy superando o transitando sus diferentes etapas, que son cinco: la negación, la rabia, la depresión, la aceptación y la superación. No tengo ningún objetivo particular, al parecer el escribir puede resultar terapéutico. La primera y más maravillosa de las etapas es la negación, no se trata literalmente de negación. Es decir, las personas no dicen verbalmente: “no, eso no pasó” o